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Enero es un mes de contrastes en cuanto a alimentación. Mientras que con las compras navideñas podríamos alimentar a una manzana entera de vecinos, con las compras postnavideñas podemos afirmar que las espinacas se hacen fuertes en nuestra nevera (aunque eso no dura mucho, y lo sabemos).
La mayoría de nosotros sabemos que necesitamos ir al supermercado con la lista hecha y la barriga llena, pero ¿sabemos realmente qué estamos comprando? El marketing ha tomado el control de nuestras vidas y controla cada decisión que tomamos cuando compramos semanalmente.
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Analizaremos pequeños detalles como los diseños que aparecen en las cajas de galletas para los más pequeños de la casa o por qué los alimentos más apetecibles están a la altura de nuestros ojos… cada detalle está pensado al milímetro para que compremos lo que no estábamos buscando.
Ahora bien, ¿qué significa que un alimento sea light u orgánico? ¿Por qué aceptamos estos términos como una cualidad positiva del producto? Todo es gracias al marketing.
Por definición, un alimento ligero es aquel que tiene 40% menos grasa que su equivalente no ligero, pero puede contener edulcorantes o conservantes que su versión con mayor contenido calórico puede no tener.
Los productos considerados orgánicos son aquellos que no han sufrido modificaciones genéticas pero sí han sido manipulados con pesticidas o sustancias tóxicas, a diferencia de los productos orgánicos.
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El marketing en la industria alimentaria tiene como objetivo incrementar el gasto de la población mediante técnicas de marketing que añaden valor a un producto incluso cuando no lo tienen.
Lo fundamental a la hora de realizar una compra es buscar lo natural y detenernos a analizar las etiquetas nutricionales para tener el control de nuestras decisiones y no dejarnos manipular por la publicidad.
Ya sabes lo que dicen: no comas con los ojos, come con la cabeza.